—¡Me estás culpando injustamente. No tengo nada que ver con los ataques a Draoidh! —Anastasia había terminado de escuchar sus palabras ácidas—. Lamento muchísimo que el ejército de las hadas os atacara a todos, pero todo sucedió sin mi conocimiento. ¡Y no te atrevas a llamarme perra o puta, porque no lo toleraré!
Los relámpagos sobre ellos venían en fieras horquillas acompañados de un trueno estruendoso que sonaba como el tambor de guerra del cielo, amenazando a los vokudlaks.
—¿No lo tolerarás? —dijo el hombre. Dio un paso más cerca con sus garras y colmillos alargándose—. Si quieres ver otro día, mejor vete, sino no nos culpes si te encuentran muerta en tu habitación!