—Se relajó en su calidez cuando él la abrazó justo antes de abrir la solapa de la tienda. No sabía dónde estaban, pero se sentía relajada contra él. Íleo besó su templo y dijo:
— Vamos a darte un buen baño.
Anastasia salió de la tienda sintiéndose extremadamente feliz y contenta de estar de vuelta.
Y entonces lo vio.
La sorpresa sacudió su mente y se quedó atónita al primer vistazo del oro y la plata. A su alrededor se alzaban árboles altos. Era como un mar reluciente de oro, plata y verde que se extendía por el área tanto como su vista alcanzaba. Se giró para ver el brillo de las hojas en los rayos matutinos del sol. Era una vista tan hermosa pero sus instintos gritaban en advertencia.
—¿Dónde estamos? —preguntó con voz grave.
—Esto es Yelgra.