Anastasia asintió con temor relampagueando en sus ojos.
Etaya se levantó, envolviéndose en las sábanas. Tomó un trozo de cordero braseado y lo arrojó de vuelta al plato. —¡Está frío, perra!
Anastasia parpadeó sus ojos y dijo con la misma inocencia:
—Mi señora, todavía está caliente... Abrió la tapa del curry de carne y un surtido de pan. Vapores calientes se elevaron de ello y se dispersaron en el aire.
—¿Quieres decir que estoy mintiendo? —gritó Etaya.
Anastasia comenzó a temblar. Miró una vez a Seraph y bajó la cabeza. Al ver el aprieto de la joven sirviente demonio, él se levantó de la cama y caminó hacia el carrito cargado de comida. La comida estaba humeante caliente. La observó por un largo momento como si estuviera en trance.
—¡Seraph! —gritó Etaya—. Deberías azotar a esta perra por llamarme mentirosa.