Después de mucho tiempo, Etaya y Seraph salieron. Llamaron a los sirvientes.
—Desayunaremos en la alcoba —dijo Seraph.
—Sí, mi señor —dijo Jor'gas.
Desde la esquina de sus ojos, Anastasia echó un vistazo a Etaya. Estaba extremadamente agotada y molesta como el infierno. Su piel estaba sonrojada. Estaba acostada en la cama, metida debajo de las sábanas. Su ropa todavía estaba tirada en el sofá. Por otro lado, Seraph parecía renovado. Tenía una amplia sonrisa en su rostro. Y Anastasia no se atrevió a mirar por debajo de su torso. La sensación era… asquerosa.
Salieron satisfechos.
—¿Cuándo es la boda? —preguntó Anastasia.
—Por la tarde —respondió Jor'gas, mientras se apresuraban a la cocina.
—¿Han invitado a muchas personas?
Jor'gas rodó los ojos. —El rey tiene un gran número de enemigos. ¿Quién asistiría a la boda de su hermano menor? La Reina Og'drath le ha estado pidiendo constantemente que haga aliados considerando que está solo, ¡pero el hombre es demasiado arrogante!