Juntos les tomó una hora despejar la mayoría de los demonios alados.
—¿Dónde está la niña? —preguntó Daryn mientras permanecía allí jadeante, inspeccionando los cuerpos.
Íleo ahora podía sentir su presencia. —Está adentro —escuchó el aleteo de alas—. Ustedes pueden irse. Yo me encargaré de aquí —dijo—. Creo que está demasiado asustada.
Daryn inclinó la cabeza y entrecerró los ojos —¿Estás seguro, muchacho?
Íleo asintió.