—Claro princesa, pero ahora mismo lo quiero dentro de ti —aunque Íleo ansiaba tomarlo con su boca, su lobo clamaba en su interior por marcar a su pareja. Se inclinó y posicionó su erección contra su núcleo. Con una mano guió su corona en ella.
Ella jadeó. —¡Ah! Era demasiado grande para ella. Se retorció un poco y él le permitió adaptarse a su tamaño.
Sus músculos pectorales se tensaron y el sudor apareció en sus abultados brazos mientras esperaba pacientemente. Cuando ella pareció estar bien, la penetró lentamente. Siseó —Anastasia, no sabes cuánto he deseado entrar en ti y marcarte. Con su mano presionó su rostro hacia un lado y su cabeza cayó hacia su cuello, al punto donde su lobo quería marcarla.
—Márcame Íleo —ella dijo con voz ronca, deseando esto tanto como él.
Él sacó su miembro. —¡Lo haré! Lamía sus colmillos con los labios, cubriéndolos con su veneno y luego los clavó mientras conducía de nuevo su miembro dentro de ella.