Justo cuando Leeora se acercaba a Ember, alguien llegó a su lado al mismo tiempo, acompañado del fuerte aleteo de las alas. Ember sonrió al reconocer a quien llegaba. Mientras sus majestuosas alas grises se plegaban en su espalda y se convertían en una capa de plumas, sus labios esbozaban su característica sonrisa torcida.
Morpheus notó que Ember llevaba un vestido elegante, muy lejos de los simples vestidos de algodón que los elfos prefieren y que componían su vestuario.
—Hola, pequeña hembra. Te ves bien con tu nuevo vestido. —dijo Morpheus.
—Gracias, —respondió ella tímidamente.
—Morfo, ¿qué te trae por aquí hoy? —preguntó Leeora.
—Resulta que estaba volando por encima cuando vi a los espíritus del árbol comportándose de manera extraña, así que bajé a verificar. —Morpheus continuó observando los árboles circundantes que aún estaban inquietos—. ¿Pasó algo que los asustara?