—¿Finalmente viniste a mí? —dijo ella con una voz algo pastosa por el sueño.
—¿Cómo podría haberte dejado sola? —respondió Morfeo.
—Hmm, sabía que volverías a mí.
Cuando ella dijo esas palabras, la sonrisa en sus labios se ensanchó. Su mano se movió hacia su rostro para tocarlo.
Sus palabras y la forma en que lo miraba— como si hubiera estado esperándolo todo el tiempo—hicieron que su cuerpo se congelara. Se sentía como si el tiempo se hubiera ralentizado mientras veía su mano acercándose a su rostro.
Sus dedos rozaron su cara con suma delicadeza, su caricia más ligera que una pluma, sus dedos fríos reconfortantes contra su cálida piel.
—Te extrañé —dijo ella. Una voz suave, una mirada tierna, sus acciones mostrando cuánto anhelaba a esta persona.
Por un momento, Morfeo olvidó cómo respirar.
El hombre abrió la boca, pero su mente no podía formar palabras.
—...Te extrañé —repitió ella, sus dedos en su rostro aparentemente dejando un rastro sobre su cálida piel.