Ember eligió salir afuera con Morfeo.
Segundos después, estaban en el cielo, sus fuertes brazos llevando a Ember frente a él sin esfuerzo, una mano sosteniendo su espalda mientras la otra estaba debajo de sus piernas. Una fuerte ráfaga de viento golpeó su cara, y no pudo evitar cerrar los ojos y aferrarse con fuerza al hombre que la llevaba.
¡Demasiado rápido!
Ya fuera por su emoción descontrolada o por alguna otra razón, un solo aleteo de las alas de Morfeo los hizo elevarse rápidamente, casi alcanzando las nubes, volando más alto de lo que él normalmente vuela.
Risas agradables brotaron de Morfeo, y Ember podía sentir cómo su pecho se estremecía al unísono.
—Abre los ojos, Ember. La vista aquí arriba es mejor que en tu balcón. —le dijo él.