Zelda soltó un suspiro. —La nueva Reina de las Brujas nació hace veinte años, lo que pasa es que se nos había cegado la vista, haciendo que nuestra raza no pudiera confirmar con certeza su nacimiento. Si ella hubiera muerto, aquellos con el don de la previsión lo habrían sentido, o al menos se les habría otorgado una visión adecuada. Sin embargo, no fue así. Por eso su vida o muerte se convirtió en un dilema que ninguna de las brujas pudo resolver, pero yo juro por mi alma que ella existe, pero eso es todo lo que puedo confirmar. Su Majestad, toda la raza de brujas desconoce su existencia, mucho menos dónde está nuestra nueva Reina.
—Piénselo, ¿es posible ocultarla de nosotras las brujas? Si alguien la escondió, ¿quién podría ser? Alguien poderoso y que se preocupa por las brujas. Alguien que no quiere que la existencia de la Reina provoque algún desastre. —Todo apuntaba hacia Evanthe.
—¿Se encontró con Evanthe? —preguntó Draven.