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Cuando Ember abrió sus pesados ojos a la brillante luz del sol que inundaba su cámara, no pudo comprender en qué situación se encontraba. Sólo pudo emitir un gemido, encontrando el brillo doloroso para sus ojos. Cuando intentó enterrarse bajo sus sábanas, se dio cuenta de que yacía desnuda en la cama y, por un momento, su mente quedó en blanco.
—¿Por qué estoy...?
Tardó en acostumbrar su vista borrosa a los alrededores, y cuando miró a su alrededor, sus sirvientes no estaban por ninguna parte. Aún en estupor, no podía entender la situación. Era tarde por la mañana, tal vez incluso mediodía, pero ni Reya ni Clio estaban cerca. A esas dos, siempre las encontraba listas para atenderla siempre que se despertaba cada mañana.
—¿Dónde están—
—Uggh... —Intentó moverse en la cama, pero todo su cuerpo fue asaltado por un dolor pesado y sordo que la hacía incapaz de reunir ni una onza de fuerza. "Me duele el cuerpo. Ni siquiera puedo moverme."