Ese placer tortuoso la hacía anhelar más, pero ella sentía que era demasiado para soportar. Algo se acumulaba dentro de ella, y estos nuevos sentimientos de los que no era consciente la estaban emocionando, poniéndola nerviosa y asustada.
Cuando él mordió su pecho, su cuerpo entero no pudo evitar estremecerse en igual medida de placer y dolor.
—¡Su Majestad!
Sus oscurecidos ojos rojos la miraron, el disgusto giraba junto con su hambre, como si quisiera castigarla por olvidar lo que le había dicho antes.
Se movió lo suficiente para que sus ardientes miradas se encontraran. En cuanto sus ojos se cruzaron, Draven pellizcó sus hinchados botones.
—Ahh... Vuestra—
—¿Cómo te dije que me llamaras? —interrumpió él.
—Draven… —respondió ella, su voz entrecortada.
—No lo olvides —advirtió mientras se inclinaba hacia su rostro y mordía sus labios—, o serás castigada.