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La mente de Draven estaba completamente intoxicada por el deseo y quería tenerla ahí mismo, pero en el fondo de su cabeza sabía que no estaba bien.
El agarre de sus manos se endureció alrededor de ella, mientras una mano sosteniendo su espalda le apretaba la delicada piel, casi hincando sus uñas en ella a través del fino tejido de su vestido de noche. Su otra mano tiró de su cabello con fuerza haciendo que ella gimiera un poco al mirar hacia arriba a esos ojos rojos intoxicados.
Ese dolor le pareció más dulce mientras parecía querer más de él, todavía jadeando por aire.
—Eres mi compañera y no sabes lo que puedo hacerte, ¿verdad? —preguntó él con los dientes apretados.
Ella no dejaba de mirarlo, como invitándolo a darle placer.