—¿Están seguros de que Hazel no se encuentra por ningún lado? —la criada movió la cabeza con confianza.
—¡No! He escoltado personalmente a su majestad a su habitación y ella nos pidió a todas que nos fuéramos para poder descansar ¡Mientras mi señor está en su habitación, tampoco ha ordenado cena a ninguna criada! —una sonrisa burlona se formó en el rostro de Natalie mientras colocaba sus manos en el monedero y sacaba unas monedas de oro.
—¡Gracias! Me alegra tener a alguien como tú en quien confiar. Espero que continúes trayéndome más información en el futuro también —los ojos de la criada brillaron al mirar la cantidad de monedas de oro. Eran más que su ingreso anual y ella ni siquiera había traicionado a sus amos.
Asintió con la cabeza y salió de la habitación cuando Natalie le hizo un gesto con la mano. Una vez que la puerta se cerró, Natalie caminó hacia el armario y sacó su pequeña bolsa.