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Llevaba puesto un vestido rojo, como era la norma en su nación, en lugar del blanco que otras princesas usaban en su boda. Su cabello dorado estaba recogido en un moño cubierto de flores de oro verdadero y adornado con perlas y gemas raras.
Tenía al cuello un collar que brillaba más que la luna y un brazalete y pendientes a juego. Sus dedos estaban desocupados para que él pudiera ponerle un anillo.
Y otros anillos no hacían competencia al que él había escogido para ella. El maquillaje estaba perfectamente hecho, con los labios más rojos y las mejillas sonrosadas, sus ojos brillaban y sus orbes esmeralda parecían dos pequeñas lunas.
Y aún así, no estaba feliz de verse tan hermosa de una vez. Como princesa, debería haber recibido este tipo de tratamiento diariamente, ¡pero había vivido no mejor que las criadas! Como una extra, siempre había vivido rechazada y ahora, incluso cuando se estaba casando, viviría una vida miserable en un mundo desconocido.
—Se ve muy preocupada, mi señora. ¡Como princesa, siempre debe estar tranquila! —dijo Anne mientras le frotaba un poco la espalda a Hazel tratando de hacerla sentir mejor.
—Mi señora, ¿no le ha gustado el maquillaje o las joyas? —preguntó la criada encargada de arreglar a Hazel. Sus ojos se llenaron de lágrimas al mirar a Hazel, eso la confundió.
No entendía por qué se preocupaba tanto por ella cuando ni siquiera se conocían. Pero entonces tal vez fuera la última oportunidad de Hazel de ver a tantos humanos a su alrededor. Así que no se detuvo en el asunto y apreció la preocupación que estaban mostrando por ella.
Sus ojos llenos de expectativa y la preocupación reflejada en el rostro de Anne hicieron darse cuenta a Hazel de que aún no había respondido.
—No, está simplemente perfecto. —Hazel respondió con una sonrisa que salió forzada.
Un golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos, y poco después entró una dama de la corte.
—Hazel, tenemos que irnos ya —dijo la institutriz que entró tras la dama de la corte. Ella asintió, sabiendo que habían mostrado más que suficiente paciencia esperando por ella hasta que respondió a las sirvientas y se miró tantas veces en el espejo.
Hazel se levantó de su asiento con el corazón pesado y Anne se inclinó para sostener la parte baja del pesado vestido para que pudiera ponerse de pie correctamente.
—¿Dónde está padre? —preguntó Hazel, ya que normalmente los padres escoltan a las hijas en el altar de la boda. Aunque no tenían una buena relación, al menos eso se merecía por ser el cordero de sacrificio.
—Debe estar ocupado, por eso me pidieron que la acompañe a usted. ¿Hay algún problema con eso? —preguntó la institutriz y Hazel negó con la cabeza. Fue una tontería pensar que su padre saldría a escoltarla.
¿Cuál era el sentido de esperar algo de gente que de todos modos nunca se había preocupado por ella? No les importaba si ella estaba feliz o no, entonces ¿por qué les daba la oportunidad de verla triste?
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—¿Por qué estaba haciendo una cara miserable? ¿Desde cuándo ha sido tan vulnerable?
No, Hazel sacudió la cabeza al reunir todo su valor y una sonrisa brillante se formó en sus labios, cautivando a todos a su alrededor, quienes respondieron con la misma sonrisa llena de entusiasmo.
—Entonces la veré en la sala —dijo Anne mientras abrazaba a Hazel por última vez y dejaba a otra criada. Ahora solo Hazel y la institutriz quedaban en la habitación.
—¿Vamos? —preguntó ella mientras miraba a Hazel con algo de impaciencia.
Hazel asintió, tomando un profundo respiro, y después de un minuto salieron de la habitación. El procedimiento era simple. Caminaría hacia el altar donde el novio la estaría esperando y luego intercambiarían votos y se besarían.
Después sería escoltada en un carruaje hacia el Imperio de Ferenshine donde comenzaría su vida y allí solo conocería a los otros miembros de la familia de su nuevo esposo.
—Una emperatriz nunca puede mostrar su miedo, hay otra corona de confianza en su rostro, excepto esta. Y ahora usted va a ser la emperatriz, la gobernante de una nación. Debe ser fuerte, Hazel —Esta fue la primera vez que alguien sintió que ella no sería el alimento sino una gobernante. Eso hizo comprender a Hazel la gravedad de la situación.
—Haré todo lo posible por sobrevivir, mi señora. Gracias por enseñarme todo —Hazel hizo lo posible por fingir confianza en su rostro.
Levantó la cabeza y caminó con orgullo aunque sus manos que sostenían su vestido se habían vuelto sudorosas. Tenía dificultades para caminar con ese largo vestido ya que nunca había llevado uno con un metro de cola tras de sí.
Era demasiado pesado y con los tacones altos costaba mucho esfuerzo, pero aún así caminaba con elegancia.
Todos se volvieron para mirarla cuando entró al altar y ella sonrió radiante hacia ellos, como si fuera una boda con el hombre que amaba.
Pudo ver sus caras de burla y las que estaban llenas de disgusto. Como si estuvieran esperando a que hiciera el ridículo o quisieran ver cómo una princesa abandonada y olvidada sería sacrificada, de modo que las posibilidades de guerra casi terminarían con su matrimonio sacrificial y eso era lo que le hacía un nudo en el estómago.
Solo cuando el papa tosió, se dio cuenta de que ya estaba allí. Pero lo que la sorprendió fue que estaba parada allí sola, con solo una espada a su lado. Parecía confundida pero todos solo se burlaron y me miraron como si fuera una tonta.
—Bueno, el príncipe no tuvo tiempo para asistir a la boda. Así que, envió su espada para asistir al matrimonio.
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