—¿Está bien montar así? —preguntó Rafael, no muy seguro de su propia condición, pero Hazel asintió con la cabeza sin titubear.
—Por supuesto, el clima es agradable y hace siglos que no pasamos un buen rato juntos. ¿No me prometiste que me llevarías de luna de miel cuando todo terminara? —no le dio la oportunidad de rechazar mientras acercaba el caballo.
Él tocó el caballo, dudando si perdería sus sentidos otra vez. Pero Hazel le había alimentado lo suficiente y, para su alivio, incluso sintiendo la presencia de un ser vivo a su alrededor, no tenía ganas de atacarlo. El deseo era suave y podía controlarlo.
Sintió su mano cubriendo la suya y abrió los ojos para ver una sonrisa en su rostro. La sonrisa de la que se había enamorado. Cuando la miraba, sentía que nada había cambiado y le sonrió a cambio.
Ella montó en el caballo y luego le hizo señas cuando él negó con la cabeza y finalmente montó detrás de ella.