—Estoy más que bien, no necesitas preocuparte tanto —Hazel miró a las sirvientas que estaban cubriendo todo el suelo con capas de piel y sacando todas las mesas y jarrones y cualquier cosa que tuviera puntas.
—Te mantendrá caliente en los inviernos venideros, mi señora —aseguró cuando Hazel suspiró.
Todo esto era simplemente demasiado. La estaban tratando como si fuera una niña.
Cuando intentaba salir de su habitación, las sirvientas bloqueaban su paso y la traían de vuelta, dando excusas insignificantes. Siempre que pide a Rafael, él regresa a su habitación sin importar lo que estuviera haciendo.
Si nombra algo, se lo presentarían al instante, si pide incluso un plato de temporada, de alguna manera lo arreglarían para ella.
Debería sentirse feliz pero se sentía enjaulada. Sin importar qué razón encontraba para dejar esta habitación, no la dejaban salir.
—¡Quiero ver a Anne! —exigió cuando las sirvientas se miraron entre sí y finalmente negaron con la cabeza.