Bajo las nubes oscuras, un niño de tres años lloraba mientras el fuego ardía en el palacio a pesar de los vientos fríos y la noche helada.
—La tierra nos pertenece, chupasangres. Les dimos la oportunidad de irse, pero no la tomaron. ¡Ahora mueran! —la voz fría golpeó el suelo y lo sacudió una y otra vez mientras los hombres y mujeres con antorchas en sus manos se acercaban al gran palacio de piedra que era rojo, mostrando la ironía.
El personal ya había huido como si supieran que iba a suceder. Los vampiros quedaron para defenderse a sí mismos. Aunque eran poderosos, no eran inmortales y estaban en gran desventaja numérica y los humanos y brujas estaban seguros de que los expulsarían o, mejor aún, los matarían a todos.
Mostraron sus colmillos y los atacaron pero en ese tiempo las pistolas no estaban desarrolladas y con solo espadas, tenían que luchar contra tantos que sabían que iban a perder.