—¡No! No moriré... ¡Espera! ¡Te daré todos los antídotos, Rafael! —gritó con todas sus fuerzas cuando finalmente él inclinó su cabeza y soltó a Diana, que había caído al suelo.
Sus ojos estaban tan vacíos como si no pudiera sentir ninguna emoción ya.
Se acercó lentamente hacia ella y, por primera vez en su vida, sintió miedo. Su cuerpo se cubrió de sudores fríos cuando él se agachó frente a ella y la miró directamente a los ojos.
—¿Y crees que voy a confiar en ti? —y luego se rió como si fuera una broma cuando ella temblaba de miedo.
—Lo haré delante de ti —anunció ella y luego cerró los ojos y comenzó a susurrar.
Pronto el hechizo comenzó a surtir efecto y ambos tosieron sangre oscura. Como si la sangre tuviera vida propia, empezó a moverse y a luchar.
Entonces tomó la forma de una plaga, una sanguijuela, y entonces empezó a aferrarse a ellos pero Rafael la mató bajo sus pies.