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Bajo la tenue luz de una noche oscura, Diana guió a Rafael hacia una cabaña oscura, morada de la bruja que había robado el Berilio.
Ella sostuvo sus manos mientras mantenía un dedo en sus labios como si le dijera que se mantuviera en silencio cuando agarró la puerta y justo cuando se abrió...
—¡Bang! —un fuerte ataque de fuego en la puerta.
Pero tanto Diana como Rafael dieron una voltereta atrás.
Aterrizaron varios pies más lejos dentro de la gran casa que parecía demasiado pequeña desde fuera.
Ambos tenían un arma lista en sus manos cuando se detuvieron y escanearon la habitación.
Estaba oscuro. Las brujas estaban ocultas en la oscuridad, pero otro ataque sobre ellos les indicó que había más de tres en la habitación.
—Has venido a tu muerte, Rafael. Hoy no vas a salir vivo de este lugar —gritó una de ellas cuando él giró los ojos y apretó el gatillo.