Diana nunca se había sentido tan feliz. Estaba en el séptimo cielo cuando observó la figura que se alejaba de Hazel.
Caminó con pasos apresurados y se enroscó los brazos alrededor de su cuello.
—¡Oh señor, Rafael! Cuando me dijiste que por fin te estabas dando cuenta de mis sentimientos hacia ti, pensé que estabas bromeando y que jamás te tomarías en serio conmigo —restregaba su cabeza con la de él mientras temblaba de alegría.
Sus ojos carmesí brillaban como estrellas.
Rafael sonrió mientras acariciaba sus mejillas con su pulgar.
—Sé que has sufrido mucho. Pero nunca conocí tus sentimientos. Si hubiera sabido antes... —hizo una pausa, pero ella estaba más que feliz.
—No importa mientras estemos juntos ahora. ¡No quiero pensar en el pasado! —frunció los labios mientras lo miraba—. Quiero pensar en el futuro que pasaré contigo. Estoy segura de que será hermoso —con eso se acercó y lo besó.