Anne lucía al hombre tomándole de las manos al salir del carruaje.
Su intimidad demostraba que se conocían desde hace mucho tiempo. Cualquiera pensaría que eran amantes.
Al hombre le pareció un poco extraño, pero no era que el hombre deseara el tacto de una mujer hermosa que todos codiciaban. Sentía el deseo burbujear en su corazón también y su corazón latía desbocado.
—¿Crees que esa tienda estará bien? —asintió sin pensar y entraron.
El palacio era un lugar tranquilo con solo unos pocos clientes que estaban ocupados con su propio trabajo. Anne eligió un rincón y se sentó en el mullido sillón de allí.
En el momento en que se sentó y escaneó toda la habitación, su comportamiento cambió —¿te has estado preguntando por qué te escogí y te traje aquí?
Sus frías palabras le hicieron estremecerse y él asintió con la cabeza al instante mientras se enderezaba.