Anne, que aún tenía dificultades para abrir los ojos, susurró suavemente. Estaba entre la conciencia y la inconciencia, pero su deseo de salvar a su hermana seguía siendo fuerte.
Se estremeció y su cuerpo entero tembló cuando empezó a moverse de nuevo.
El demonio la sostenía firmemente entre sus brazos y la acercó a su pecho como si estuviera tratando de asegurarla y protegerla al mismo tiempo, mientras la chica tomaba un respiro superficial.
—No estás en condiciones de usar tus poderes. Ya es un milagro que estés viva. Así que cálmate y descansa, ¡encontraremos una manera! —intentó asegurarle.
Y aunque a Rafael no le gustaba el predicamento, frunció los labios y no dijo nada.
Sabía que si algo le pasaba a Anne, Hazel nunca se lo perdonaría, ni él tampoco. ¡No quería ser odiado por ella... otra vez!