Cuando Rafael trajo a Bella, era solo porque ella le dejó un desafío, pero tener una bruja poderosa a su lado podría ayudarlo cuando siempre había una posibilidad de guerra entre humanos, vampiros y brujas.
Para él, Bella no era nada más que un peón que podía resultar útil a largo plazo.
La chica gruñó ante su oferta y miró hacia otro lado.
—¡No soy una mascota tuya! Incluso si nunca aprendo las artes de las brujas, no aceptaré tu ayuda y dejarte controlarme. ¡Así que vete a la mierda! —no había filtro en su boca.
Parecía que iba a arañar su guapo rostro y dejar marcas en él solo para enseñarle una lección. ¿Cómo podía él siquiera pensar en enseñarle cuando él fue quien la trajo!
Pero a Rafael no parecía importarle. La chica estaba atrapada. Él tocó sus mejillas suavemente y las acarició sin importar cuánto intentara ella alejarse.