—¿Has olvidado las armas que usaste en el pasado? —Anne sacó la ballesta de la nada y luego la lanzó a Hazel, quien la sostuvo firmemente en sus manos.
Las armas se sentían extrañas pero familiares al mismo tiempo cuando las probaba con sus manos.
Encontró la palabra "campana" escrita en la esquina con magia que brillaba bajo la oscuridad.
—Estoy segura de que podría incluso matar a un humano y pudrirlo desde dentro para que la persona no se despertara nunca —dijo mientras tomaba otro arco y llenaba las flechas venenosas en él.
Anne miró al objetivo de otro soldado de saco atado a un palo de madera en el jardín y cerró uno de sus ojos.
Disparó el arco solo para que el saco de arena cayera al suelo y toda la arena se saliera de él.
—Incluso puedes practicar con tu viejo ratón si quieres —la miró fijamente mientras Hazel reía cuando Rafael la fulminó con la mirada como advirtiendo:
—¡No te atrevas a dispararme otra vez! Hazel rió pero sintió una extraña familiaridad al mirarlo.