—¡Todavía estás tan estrecha, amor! —murmuró él, bajo su aliento mientras finalmente encontraba su hogar. Entraba en ella extremadamente despacio, pero a medida que ella se relajaba y se ajustaba a su grosor, él comenzaba a aumentar la velocidad y empezó a embestirla tan fuerte como podía. La velocidad era un poco brusca y violenta, pero ella correspondía a cada embestida con su espalda moviéndose y sus caderas moliéndose contra él con la misma fuerza.
—¡Ohhh!
—¡Rafael! —Sus gemidos eran música para sus oídos que disfrutaban de la cacofonía de sus gritos mientras seguía penetrándola, pero de repente sintió que su interior se le contraía con fuerza y su cuerpo se tensionaba.
Ya le había dado un orgasmo. ¿Otro tan fácil y rápido? No estaba listo para eso.
Salió de ella con un tirón que la sacudió y dejó un vacío dentro de ella. Ella lo miró fijamente como preguntando qué significaba eso.