—¡También la apoyo! ¡Ella podría ser una gran reina! —Hazel miraba confundida a los hombres y mujeres que estaban de pie detrás de ella.
Ella los estaba conociendo por primera vez, entonces, ¿por qué tenían fe en ella?
Aquellos que se oponían a ella eran superados en número por muchos hombres y mujeres.
Miraban con rabia a todos esos nobles y luego a Hazel, que era su fuente.
—¡Ja! Confiar en una joven chica que no tiene idea de cómo se dirige el imperio. Deben haber perdido la cabeza. —escupía el anciano con enojo mientras fruncía el ceño ante sus ruidosas protestas.
—Y ella pronto los abandonará para estar con un vampiro. ¿Podrían confiar en ese tipo de mujer? —preguntó la señora señalando a Hazel.
Se burló cuando ninguno de ellos respondió. Miraron a Hazel como si esperaran su respuesta cuando sus ojos se volvieron más fríos.
—Si ellos quieren que sea la gobernante, entonces lo seré. Y mientras esté a punto de abandonarlos, no me iré hasta que tengan fe en mí. —anunció.
