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—¿Cuánto tiempo la había tenido? —Olvidó el conteo. Cuando la miró en un estado de semisueño abrazando su cuerpo, sintió dicha. Su rostro estaba cubierto de sudor y su cabello estaba esparcido por todas partes, pero nunca le había parecido tan sexy.
—Su lápiz labial corrido mostraba cuán apasionados habían sido. Abrió la cortina para ver que ya era mediodía.
—Miró el desorden que había hecho allí abajo e intentó levantarse para al menos mostrar la cortesía de limpiarla cuando ella frunció el ceño y lo sostuvo más fuerte entre sus brazos.
—Necesitas una limpieza ahí abajo. Luego volveré —susurró cuando ella frunció el ceño, pero no abrió los ojos.
—Le tomó unos segundos entender de qué hablaba y chasqueó los dedos.
—¡Tada! ¡Ahora duerme! —lo atrajo de nuevo hacia ella sin intención de soltarlo.
—Él parpadeó. No solo el desorden había sido limpiado, sino que la capa de sudor y el maquillaje corrido también habían desaparecido.