—¡Bell! ¡Eso duele! —maldijo él sorprendido mientras ella levantaba uno de los taburetes del comedor cerca de la mesa y lo lanzaba hacia él. Apenas se agachó a tiempo para esquivarlo. Cuando se alzó de nuevo, fue para ver otro taburete viniendo hacia él. Atrapó ese, usándolo como escudo contra el siguiente taburete hasta que todos terminaron cayendo sobre él.
Pero lo sorprendente era que ella ni siquiera estaba usando sus manos. Solo movía las manos en el aire mientras él luchaba por respirar.
Su velocidad podría competir con la de los vampiros de sangre pura que eran conocidos por su velocidad y agilidad.
Uno tras otro, cada mueble de la habitación ya había sido lanzado hacia él. Mientras él se mantenía esquivando y corriendo la mayor parte del tiempo.
—¿Ya terminamos? —preguntó él cuando ella miró a su alrededor pero no quedaba nada. Había roto cada parte de lo que ella había lanzado pero antes de que pudiera celebrar su victoria, notó que ella corría fuera de la habitación.
