Vicente estaba sentado en el gran sofá individual cerca de la chimenea y tenía una gran sonrisa en su rostro en lugar de sorpresa.
No estaba ni siquiera sorprendido cuando los vio aparecer de la nada como si esperara su presencia.
Ella miró alrededor y notó que más de dos docenas de caballeros estaban apuntando sus espadas, dagas y arcos hacia ella.
Ella fulminó con la mirada a Luciano cuando toda su actitud se volvió fría. La agresión y el odio se podían ver surgir desde el fondo de sus ojos.
Su rostro tenía esa mirada dominante que puede hacer temblar a cualquiera.
—¡Tú hiciste esto a propósito! —no dijo que él la había traicionado, pero no importaba cuánta ira sintiera.
Aún esperaba que él explicara que lo había hecho para salvar tantas vidas, pero él apartó la mirada de ella.
—Oh, ¿está mi pobre hermana herida? —él se levantó del asiento aunque los caballeros se mantuvieron alerta, tenía una expresión de ocio en su rostro.