—¿Ibas a besar al señor Rafael? —La pregunta sonó más a un interrogatorio cuando la miró con ojos acusadores.
—¿Por qué preguntas si ya me has tomado como culpable? La próxima vez que hagas una pregunta, no muestres tu juicio en tus ojos de antemano —ella le habría explicado más si no hubiera sentido que él la estaba acusando.
Ella estaba tratando demasiado de mantenerse cuerda. Cerró los ojos y tomó una respiración profunda. Recordándose a sí misma que él estaba sufriendo sin razón por su causa, se calmó.
—Luciano, no es tan simple. Sería mejor si nos sentamos y hablamos de ello. No hay razón para jugar al escondite cuando sabemos todo el uno del otro —ella respondió con voz más suave mientras señalaba el asiento cerca de ella.
Él continuó mirándola con una mirada penetrante pero no se movió ni un centímetro cuando ella levantó una ceja de nuevo.
Desvió la mirada como si estuviera evitando mirarla a los ojos. Cambió su peso de un pie a otro y luego respondió con voz abatida,