Hazel salió de la habitación con lágrimas en los ojos. Se sentó con los niños durante mucho tiempo hasta que Luciano le dijo que era hora de marcharse, pero ella sentía que no había pasado suficiente tiempo con ellos.
Todos fueron muy valientes al enfrentar sus miedos. Ella les había explicado bien lo que debían decir y les indicó cómo responder a las preguntas y qué podrían preguntarles.
Estaba orgullosa de cómo habían entendido todo y habían actuado bien cuando ella les hizo preguntas. Sentía que una gran carga sería levantada si los niños conseguían suficiente dinero como compensación para mantener la boca cerrada mientras ella presentaba el drama ante el consejo.
—¿Crees que han recibido mi carta? —preguntó con voz suave cuando Luciano negó con la cabeza.
—Es difícil. Deberías pedir ayuda al señor Rafael. Él podría invitarlos con tan poco aviso —se quedó en silencio.