—¡Entonces bésame! —Luciano, quien estaba mirándole la cara esperando su respuesta mientras sostenía su corazón en las manos, sintió como si su alma hubiera dejado su cuerpo y regresado en una fracción de segundo.
Él sentía que había escuchado mal, pero la forma en que ella le miraba, eso no parecía ser el caso.
—¿Qué...?
—¿Por qué? ¿No querías? —ella preguntó con una ceja levantada como si lo desafiara y él tragó saliva.
—De... de acuerdo, me encantaría. Sería un placer, pero... ¿Puedo? ¿Puedo besarte? —¿Y si solo fuera un sueño y su imaginación le estaba jugando una mala pasada?
Ya era no menos que un milagro que estuvieran tan cerca. Que ella no lo estuviera tratando como a un esclavo más, pero sería como un sueño si él besara esos labios de Lucio.
Hoy olía a rosas. Sus labios eran tan rojos y suaves. Cada vez que hablaba, su nuez de Adán se movía de arriba abajo mientras pensamientos extraños se formaban en su mente.
