Los ojos de Hazel se suavizaron, sintió una sensación inexplicable en su corazón mientras sus manos rodeaban la espalda del joven muchacho.
Él parecía asustado, herido y arrepentido.
—No necesitas preocuparte, eso no me importó. De hecho, fui yo quien te asustó —aunque ella no sabía lo que le estaba pasando a su cuerpo. Se sentía como si alguien la estuviera poseyendo sin tener control sobre ello.
No estaba entrando en pánico ya que el alma la estaba ayudando a resolver sus problemas, pero eso no significaba que no estuviera asustada. Entonces, ¿cómo podía esperar que los niños no tuvieran miedo de ella?
—Pero... —el niño parecía ansioso. Sentía que sus verdaderos sentimientos no llegaban a ella. Pero ella revolvió su cabello y sonrió radiante, aliviando sus preocupaciones.
—Olvida eso, dime ¿disfrutaste tu tiempo aquí? ¿Comes bien y qué más haces en tu tiempo libre? —Ella podía ver que los niños estaban disfrutando jugando y parecían felices aquí.