—¿Me creerías si dijera que aunque no sé la respuesta? —preguntó ella a cambio, y él parpadeó.
—Sé cosas y actúo de cierta manera desde ayer pero no sé por qué. Es solo que... se siente natural vencer a otros y usar dagas. Y cada vez que te miro, veo tus ojos brillar plateados como tu cabello —ella se encogió de hombros al ver su cara desconcertada.
Ella ni siquiera le había contado la mitad. Estaba viendo tantas cosas como pesadillas y cada una de ellas sentía que le había sucedido.
Su corazón ardía con agonía y el deseo de venganza. No sabía por qué y con quién. Lo único que sabía era que estaba perdiendo su cordura pero al mismo tiempo la estaba recuperando con mucho mejores sentidos y fuerza.
Pero se sentía perdida.
—Hazel... ¿Estás... estás bien? —de pronto levantó la cabeza y lo miró a los ojos.
Él la miraba preocupado, lo cual no esperaba después de su respuesta. Su rostro se suavizó mientras asentía. No había dolor físico en su cuerpo y podía luchar.