Se detuvo mientras miraba al consejero. No era alguien que conociera. Pero luego no conocía a nadie excepto a Edward que había venido a asistir a su matrimonio.
—¡Tonta! ¿Cómo pudiste creer que yo la envenenaría? Si quisiera matarla, habría usado métodos más discretos —oyó a su padre gritar a pleno pulmón cuando miraba al consejero con odio y furia.
El consejo no puede actuar contra mí precipitadamente. Todos tendrán que pagarlo cuando se me declare inocente —oyó a su padre gritar a pleno pulmón cuando miraba al consejero con odio y furia.
Se podía ver su ira por su rostro enrojecido y la forma en que empujaba a todos los que intentaban acercarse a él.
Su esposa estaba de pie en una esquina con lágrimas en los ojos pero no decía nada como si estuviera de acuerdo con lo que Vicente había dicho de tener la conciencia culpable mientras que su segundo hermano también intentaba luchar mientras les lanzaba improperios a todos.