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Luciano golpeó la pared una vez más. La escena de Hazel corriendo hacia Rafael y abrazándolo con todas sus fuerzas no abandonaba sus ojos.
—Argh, ¿qué estaba haciendo? Él estaba aquí en una misión. Una misión para hacer que ese demonio olvidara a las brujas y el primer paso era acercarlo a su esposa. Entonces... ¿Por qué se estaba alterando tanto?
¿Por qué sentía como si una enorme roca le aplastara el pecho y no pudiera respirar? Se volvería loco si continuaba así. La pared ya se había teñido de rojo con los continuos golpes y sabía que pronto otros sirvientes llamarían a su puerta para ver qué estaba pasando.
¿Y si Rafael se enteraba de sus acciones? Ya estaba sospechoso desde el tiempo en que los caballeros los habían atacado en el bosque. No podía atraer más su atención.
El pensamiento de que el futuro de su aquelarre dependía de él le devolvió un poco de racionalidad. Tomó unas cuantas respiraciones profundas y luego miró la sangre que goteaba de sus manos.