—Hay un cabello enredado en el arete —Hazel intentó recuperar el arete pero la mujer rápidamente se lo pasó a su esposo quien los guardó todos en su bolsillo antes de que Hazel pudiera pedirlos de vuelta.
—¡Tsk! ¿Acaso pensaban que ella no cumpliría su palabra? —Rodó los ojos.
—Queremos ver la habitación de los niños antes de irnos —ambos asintieron con la cabeza y los guiaron hacia el primer piso.
Había dos habitaciones grandes con cinco o seis camas en ellas. Estaba cálida, limpia y tenía una sensación acogedora. Pero, ¿y si los trataban mal una vez que se fueran?
—Pueden venir siempre a ver a los niños. No es como si pudiéramos negarles que se encuentren con ellos. Su visita sorpresa aclararía sus dudas —una vez más la señora había leído los pensamientos de Hazel, sorprendiéndola.
Ella siempre había pensado que era buena para ocultar sus sentimientos.