—¿Mis heridas? —sobresaltada, miró su cuerpo y como él dijo, no había ni una sola herida, pero, ¿por qué sentía más dolor entonces? Era como si su cuerpo se estuviera desgarrando.
—¿Cómo puede ser? —La misma pregunta rondaba en la mente de Luciano también, que la miraba con asombro. Su corazón le estaba dando una respuesta, pero no podía creerlo.
¡Sus ojos no eran plateados! Pero entonces, él había usado una poción para ocultar sus poderes también. ¿Podría ella estar haciendo lo mismo?
Pero la confusión en su rostro no parecía un acto y si ella era lo que él pensaba, ¿por qué había dejado que la golpearan en primer lugar? Él no estaba allí... nadie estaba allí para vigilarla.
—Eso debe ser debido a la medicina que le di cuando perdió el conocimiento, mi señora —. Me alivia que haya funcionado —Hazel levantó la cabeza y lo miró de vuelta con ojos confundidos.
Él podía sentir miles de preguntas en sus ojos que lo hacían... ¡Inquietarse!