—¿Has pensado en algún lugar al que quieras ir? —Hazel había abierto la ventanilla de conexión del carruaje desde donde podía ver a Luciano guiando el carruaje.
Ya habían entrado en el pueblo donde todo estaba bien decorado. La multitud deambulaba por la calle mientras había muchos puestos vendiendo todo tipo de cosas.
Sintió una extraña sensación de libertad mientras él tomaba una respiración audible. El olor de la libertad era verdaderamente refrescante.
—¡Aquí! Podemos caminar desde aquí —Luciano asintió mientras detenía el carruaje. Podía sentir la emoción en su voz cuando ella iba a hacer algo tan sencillo como caminar por las calles.
Ella era como una niña cuando se comportaba de esa manera. Le costaba relacionarla con la mujer fría que a menudo veía en el palacio.
Tan pronto como el carruaje se detuvo, ella abrió la puerta y salió corriendo de él como si lo compartiera con demonios.
Luciano miró su mano extendida y luego sacudió la cabeza mientras la retraía.