Rafael se giró para ver que Hazel estaba de pie en la puerta izquierda en su camisón. Su cabello estaba esparcido por todo su rostro y estaba empapada de pies a cabeza.
—Rafael, por favor sálvame —susurró con voz baja mientras su rostro lucía asustado. Miraba frenéticamente alrededor, temerosa.
—¡Rafael, por favor! —Lo llamó de nuevo cuando él no reaccionó a sus súplicas. Entrecerró los ojos hacia su rostro y se apresuró hacia ella.
—¿Qué haces aquí? —La chica se sorprendió de que en lugar de salvarla, él le hiciera una pregunta cuando el agua ya les había llegado a la altura del pecho.
La velocidad de la lluvia era tan rápida que solo sería cuestión de minutos antes de que se ahogaran por completo.
—Yo... Te estaba siguiendo, ya que estaba preocupada por ti —ella susurró con voz baja y el rostro acalorado.