Luciano miró la flecha plateada con punta morada en las manos de Rafael. Era la flecha que había lanzado sobre él con su poder y si no fuera por la intervención de Hazel, habría muerto.
¿Pero sabía Rafael eso desde el principio? No. Ese no era el momento de pensarlo.
Levantó la cabeza con una expresión vacía en su rostro.
—No sabía de qué estaba hablando el maestro. Pero pido disculpas por haberme herido las manos, esa fue la razón por la que no pude ayudar más tarde —Luciano levantó las manos que tenían un corte profundo en la palma. La sangre se había secado pero era evidente que no podía sostener la espada con una herida tan profunda en la carne.
Cerró los ojos al recordar cómo había recogido otra flecha y perforado su palma cuando Hazel estaba ayudando a Rafael.
Había pensado que Hazel vendría más tarde a preguntarle sobre su negligencia, así que quería asegurarse de que no perdiera su confianza sobre él.
