—¡Qué tonterías dices! —No solo el hombre se había ofrecido para servirla esa noche, ya tenía sus manos en los botones como si fuera a quitarse la camisa—. ¿Y qué estás haciendo? —añadió mientras daba un paso atrás, sorprendida por sus extrañas acciones.
—Te estoy mostrando que valgo el dinero que has gastado —¡Qué narcisista! Así que pensaba que dormir con él con tantas monedas de oro o solo mirar su cuerpo estaría bien.
¿Qué clase de pervertida pensaba él que era ella!
—¡Tsk! ¿Crees que tienes mejor cuerpo que mi marido como para que yo te desee? —preguntó mientras cruzaba los brazos frente a su pecho y lo miraba con desdén.
Con un cuerpo ligeramente bronceado y cabello castaño, podía ser el hombre de ensueño de cualquier chica a la que le gusten los abdominales. El hombre era musculoso, joven, pero curtido, y las pequeñas cicatrices en su espalda solo añadían a su masculinidad.