—¿Por qué estás tan roja, Hazel?
Hazel se palmeó las mejillas al sentir también el calor. No supo lo que le pasó hasta que bebió el vino... ¿vino?
Su cabeza se giró hacia atrás hacia la copa mientras cogía el vaso vacío y lo olfateaba.
—Vaya por Dios, bebiste el vino para vampiros —¡vampiros! Levantó la cabeza y vio una mirada astuta en su rostro. No parecía que hubiera sido un accidente que lo bebiera. ¿O sí?
—Sí, aunque es dulce, es un vino fuerte para vampiros, sin olvidar que tú eres un humano —sus cejas se fruncieron al sentir sensaciones extrañas en el fondo de su estómago.
Se sentía graciosa y ligera como si estuviera volando sobre una nube.
—¿Te lo bebiste todo de un trago? —preguntó Rafael mientras levantaba la copa y la observaba atentamente.
—¡Hip! —asintió con un hipo y cuando él se volvió para mirarla, su nuez de Adán se movía hacia arriba y hacia abajo.