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Se formó un ceño en su rostro mientras repetía el proceso con más cautela, asegurándose de hacerlo perfectamente. Pero una vez más, nada sucedió.
Con un gesto de disgusto continuó hasta sentir la boca adolorida de tanto murmurar las mismas palabras una y otra vez.
Al final, quería arrojar el libro, pero cuando levantó la mano para lanzarlo, no tuvo corazón para hacerlo, ya que aún albergaba esperanzas.
¿Y qué si el hechizo no funcionó? Tal vez había una posibilidad de que tuviera afinidad con el fuego u otros elementos y que funcionaran para ella.
Acarició el libro como tratando de asegurarle que no lo iba a abandonar y luego cerró los ojos con un suspiro.
¡Pero en qué estaba pensando! No era una bruja que pudiera hacer magia. En su emoción, había olvidado completamente el hecho de que era solo una humana ordinaria.
Dejando de lado el cántaro, miró a su alrededor solo para verlo todavía mirando por la ventana como si estuviera observando una escena espectacular.