En ese hermoso momento, nada más importaba. Emmelyn no se preocupaba por el dolor y sufrimiento que había pasado durante mucho tiempo. Ni siquiera le importaba que otra mujer hubiera besado a su esposo.
Tan pronto como pudo ver el hermoso rostro de su hija, con sus ojos dorados mirándola asombrados y una expresión inocente, Emmelyn sintió que todo estaba bien. Nada en este mundo se podía comparar con Harlow.
—Oh, Harlow... —la atrajo hacia su abrazo y besó a su hija sin cesar—. Mamá te quiere mucho.
Harlow necesitó algo de tiempo para acostumbrarse al olor y calor de esta nueva mujer, pero pronto, apoyó su cabeza en el pecho de su madre. Emmelyn rápidamente se sintió familiar para la bebé que nunca había conocido a su madre después de nacer.
Emmelyn besó el cabello fragante de Harlow, sus mejillas regordetas, su frente, sus manitas regordetas... Finalmente soltó a Harlow para poder verla mejor.