—Emmelyn, cuando atacamos Wintermere, nunca pensé que me enamoraría de una princesa de ese reino —confesó Marte—. Si nos hubiéramos conocido antes de la guerra, tal vez nunca habría atacado tu país. Vendría a ver a tus padres respetuosamente y te propondría matrimonio.
Su voz estaba llena de arrepentimiento.
—Serías perfecto si pudieras retroceder el tiempo —dijo de repente Emmelyn—. Si pudieras revertir el tiempo y evitar la guerra y evitar que mi familia muriera... entonces sí querría casarme contigo...
—¿De verdad? —preguntó Marte con seriedad—. Si nuestros países no fueran hostiles, ¿podrías aceptarme como tu esposo?
Emmelyn rodó los ojos y bostezó profundamente. —Quizás.
—¿Quizás? ¿Por qué? ¿No estás segura? —preguntó Marte—. ¿Qué sientes por mí?
—¿Yo? No sé... —dijo Emmelyn. Su voz sonaba somnolienta—. Lo que está claro esta noche, es que me has hecho enojar mucho. Mucho. Enojar.
Enfatizó las dos últimas palabras.