Ese día, Marte descubrió cuál era la peor sensación del mundo.
Era la impotencia.
Ver sufrir a la persona que amaba, pero no poder hacer nada al respecto... se sentía tan impotente. ¿De qué servía ser la persona más poderosa de este continente si no podía hacer nada para aliviar sus sufrimientos?
—¿Estás... bien? —finalmente le preguntó. Necesitaba saber exactamente lo que ella estaba pensando y qué era lo que le molestaba.
Emmelyn se frotó los ojos y pretendió sonar somnolienta. —Mmm... Estoy bien. Solo un poco cansada y necesito descansar. Pronto me lavaré y dormiré.
—¿Hay algo que te gustaría decirme? —el hombre decidió hablar con ella.
Esperaba que ella pudiera abrirse a él y hacerle saber qué era lo que la molestaba. Había estado suponiendo todo el día, pero no estaba seguro de qué era tan malo que ella estuviera tan alterada y ahora incluso llorara.