—¿Por qué? —había preguntado ella con aprensión porque no tenía sentido que de repente sugiriera que Paulina debía dejar el palacio.
—Será bueno para ella —dijo él en un tono desdeñoso que la dejó sin convencer.
—¡Eso no va a suceder! —respondió ella desafiante.
—Va a suceder. Y sucederá —dijo él en un tono desdeñoso, dejándole claro que no había lugar para discusión.
—¡No puedes hacer eso! —ella le gritó a su espalda—. Paulina vino aquí conmigo. Por mí. Por mi causa. No puedes simplemente sacarla de este lugar. Ella ha estado con Amb—conmigo desde que éramos niños, ¿y esperas que de repente encuentre la forma de vivir sola en un reino extraño? —preguntó incrédula.
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—Si te preocupa tanto su supervivencia afuera, te puedo asegurar que la case con un rico comerciante.
—¡De ninguna manera! —se negó de inmediato mientras lo miraba fijamente—. ¿Comenzaste a fumar alguna mala hierba mientras yo dormía? —preguntó, perpleja.