La reina no estaba segura de lo que estaba sucediendo, ya que nadie le había traído ninguna noticia. Ni siquiera sabía cómo había ido el interrogatorio ayer, y eso la ponía muy nerviosa, pero intentaba convencerse de que si algo malo había sucedido y Damián había dicho cosas que no debía decir, entonces habrían ido a buscarla.
Ese pensamiento todavía la mantenía cuerda, pero en cuanto escuchó que su puerta se abría, dio un respingo desde donde estaba sentada en el suelo, mirando la puerta con aprensión. Cuando vio que era Damián, soltó un suspiro de alivio, contenta de verlo.
Damián miró alrededor de la habitación una vez antes de hacerle una reverencia
—¿Qué pasó ayer? ¿Qué te preguntaron? ¿Qué dijiste? ¿Cómo supieron que dejamos el palacio? ¿Les dijiste a dónde fuimos? Claro que no lo harías. No lo hiciste, ¿verdad? —divagó ella, sus ojos penetrantes e intensos.